La llamada de la “Serpiente” funcionaba puntualmente este domingo
de resurrección para sacarnos de las respectivas cuevas a quienes
hemos decidido pasar tres días desaparecidos de bares y escenarios.
Pero es que, esta llamada, se ha convertido en el más potente
reclamo de una sala a la que este ciclo le coloca el marchamo de
originalidad y calidad. Esta vez lo hacían a través de una segunda
línea (si tomamos su potente rock’n’roll como una primera línea)
que están sabiendo explotar con muy buenos resultados, la
psicodelia.
En esta ocasión, la
psicodelia rosa de Mohama Saz. Rosa,
sobre todo, porque fue el color que predominó como iluminación
frontal en el escenario. Por algún motivo, a la hora de iluminar,
hay ideas preconcebidas que nos ponen frente a luces rojas si el
concierto es de rock, azules/verdosas si es blues o rosas si es
psicodelia. Y es lo que hay.
Los
integrantes de Mohama Saz
salieron
al escenario sin una intro que les precediera, con sobriedad, tomando
sus instrumentos y adentrándose poco a poco, con suavidad al
comienzo, en un memorable concierto que, sin duda alguna, es el mejor
que han ofrecido en Granada desde que en 2018 tuvimos oportunidad de
verles por primera vez en esta misma sala. Abrieron con “Quemar las
naves”, de su anterior disco, grabado, como el último que vienen
presentando, por Carlos Díaz en El Cortijo de Santa María de la
Vega (Fuerza Nueva, Los Planetas, Melange, Soleá Morente…)
El
domingo le tuvieron también a los mandos, manejando magistralmente
el sonido de una banda que conoce al dedillo tras ser su productor en
prácticamente todos sus trabajos. Con “Máquina de guerra” (Yai
Yai Records, 2024) los madrileños han vuelto a Granada para grabar
los siete temas que conforman el álbum. La formación, que hemos
conocido con distintos número de miembros (cinco, cuatro y ahora
tres sobre el escenario) siguen dentro de la fórmula “poca letra,
mucha y muy buena música).
Con
una instrumentación en la que destaca su característico sonido
nacido de Baglama Saz eléctrico de Javier Alonso y la potente e
hipnótica base rítmica de los hermanos Ceballos, con Sergio al bajo
y Adrián a la batería. Buscando el equilibrio entre sonoridades
ancestrales, orgánicas y asentadas firmemente en raíces orientales
y africanas llevadas a la psicodelia más vanguardista, toman
su personalidad de las voces
corales con las que adornan, a pinceladas, unas melodías que se
sustentan por sí mismas.
Mediante
el repaso por todos sus trabajos anteriores, presentando por supuesto
“Máquina de guerra”, el
quinto LP
que han editado, nos regalaron un concierto redondo, bises incluidos,
en el que por momentos nos traían a la mente grupos como King
Gizzard and the Lizzar Wizard o los Derby’s Motoreta Burrito
Cachimba, pero, como ellos mismos dicen, también tienen algo de Las
Grecas y eso lo pudimos ver algo más claro en temas como “Oro
Zíngaro”, con el que cerraron su magnífico espectáculo. Tanto,
que aún no sé por qué esta banda no está ya en los mejores
festivales.
Dejando claro que
nos encontramos ante músicos de gran bagaje y mejores influencias,
que han formado parte de proyectos y discos hoy catalogados como “de
culto” siguen fuera de todos los estereotipos, creando un lenguaje
propio sin renunciar a ser un grupo de rock psicodélico a través
del que, una y otra vez, construyen sus temas en su eterna búsqueda
de algo que termine por identificarles inequívocamente, como sucede
con otras bandas que han emprendido el mismo camino.
Con influencias tan
dispares como Erkin Koray, Ersen, Orkestra of Spheres, Triana, Sun
Ra, John Coltrane, Goat, Tinariwen, Baba Zula, Las Grecas o Neu!. Sin
reglas fijas, buscando la emoción por encima de la definición,
Mohama Saz llenó
Planta Baja y nos resucitaron tras una lluviosa semana que
terminó de la mejor forma posible, de manos de Serpiente Negra.